El 8M del 2021 se está presentando como un punto de inflexión en la lucha feminista, la inflexión que produce llegar a la madurez. La madurez es un estado al que llegamos por el paso natural del tiempo, pero también, por acontecimientos externos que nos muestran, sin dejarnos opción a escondernos, cómo es el mundo real.
Toda la sociedad estamos viviendo ese mundo real desde hace un año, un mundo en el que se nos obliga a volvernos sobre nosotras mismas y descubrir cuán solas estamos o quiénes son nuestras amistades. A veces, lo que estamos descubriendo nos lleva a enfrentar verdades que no nos gustan, y por ello a madurar.
Creo que al feminismo le está sucediendo lo mismo.
Hemos vivido un año en el que las mujeres que acudimos a pedir justicia, aplicación de derechos fundamentales y equidad social, hemos sido tratadas poco más o menos como las responsables de la primera ola de la pandemia.
Hemos vivido un año en el que, como supuestas responsables del comienzo de la pandemia, nos han obligado a quedarnos en casa sin poder salir a la calle a expresar lo que queramos, como puede y debe hacer la ciudadanía libre.
Hemos vivido un año en el que la realidad ha retornado a muchas de nosotras a situaciones de enclaustramiento con sus agresores, a callar, a aguantar, a temer.
Hemos vivido un año en el que de nuevo el paro y la brecha salarial se ha cebado en el eslabón productivo más débil, que a la mayoría nos ha sobrecargado con la doble tarea del trabajo y el cuidado de los demás.
Y por si todo esto fuera poco, ha llegado el mundo real con toda su fuerza de destrucción a obligarnos a mirar sin velos.
Hemos amanecido este 8M con un acto vandálico que muestra con toda su crudeza donde está la lucha antifeminista. Un mural que representaba 15 mujeres de las artes, el pensamiento, el deporte -incluso una premio Nobel de la Paz- aparecen borradas tras una pintura negra.
El mensaje es claro: no queremos que existáis. No queremos vuestro arte ni vuestro pensamiento, no queremos vuestra capacidad, vuestro tesón, vuestra manera de construir un mundo no patriarcal, no queremos vuestra forma de respetar y entender la naturaleza y la vida, vuestra manera de amar. No queremos nada que nos recuerde lo pequeños e insignificantes que somos los que sólo sabemos destruir.
La imagen de esas mujeres con la cara borrada por la pintura me ha traído a la mente otra imagen con caras borradas, las de los Budas de Bamiyan. Dos monumentales budas tallados en piedra que, después de 1500 años, los radicales talibanes dinamitaron y ametrallaron porque eran contrarios a su ideología y no sabían qué otra cosa se podía hacer con ellos. Esta claro que sus limitaciones culturales y argumentativas sólo les dieron para la destrucción.
No creo que haya diferencias con los hombres y las mujeres – sí, mujeres también habrá ahí y es necesario no olvidarlo- que, sin cultura, y sin otro argumento que el de la necesidad de imponer su insignificancia creen que con un acto así acallan las voces insumisas y discordantes. Qué arrogancia y qué estupidez.
No entienden que la lucha feminista es mucho más que la lucha de un colectivo reivindicando sus derechos. Es la lucha por los derechos humanos fundamentales, la lucha por el medioambiente y la vida que las mujeres representamos. La lucha por las personas débiles, las que son diferentes, las que no son “normales”, las pobres, las perdedoras.
La lucha por un mundo más humano, más justo y con mejores valores. Y eso, es imparable.
María González Moreno
Concejala de la Agrupación Vecinal Bustarviejo en el Ayuntamiento de Bustarviejo
La imagen que ilustra esta entrada procede de una información de RTVE.es. Su autor es Fernando Villar.